En una cálida noche de verano, algunos transeúntes se reunieron debajo de las ventanas del Hotel Chelsea en Nueva York, atraídos por la curiosa melodía de flamenco y jazz que fluía desde las ventanas de una de la suite. Dentro del piso de la habitación estaba cubierto de rosas rojas pétalos y el aire denso con humo de cigarro. Miles Davis tocó la trompeta, mientras que dos bailarines de Flamenco bailaron al ritmo del tango, bebiendo vino tinto de vez en cuando. El sonido de este alma profundamente contaminada se envolvía como terciopelo.