El espíritu de los cubanos es como el café Avana: intenso, dulce, envuelto y único. No hay otro café como este: lo bebes lentamente para saborear su aroma y cremosidad, sintonizar con todo lo que te rodea. Los cubanos estacionan sus autos, como grandes y viejos como sus sueños, a los lados de las carreteras, se inclinan y hablan entre ellos. Mientras beben una taza de cafetos, admiran a una mujer hermosa que cruza el camino y me dice "me gustas" con una sonrisa en los labios y la copa todavía en la mano.