“En cada existencia en nuestra tierra, el sol y la sombra representan la armonía divina. Qué placer abandonar los rayos abrasadores del sol por un momento y refugiarse en la sombra que llena la sed, mientras que, como mínimo, los rayos de la estrella, vienen cruelmente para golpear nuestros deseos imaginativos. En mis viajes incesantes por el mundo siempre llevo a mi fiel y cómplice AMCA que regula la temperatura de mis días. A veces en una costa infinita donde el mar Caribe coqueta con arena, a veces en La Habana, una ciudad mítica, frustrada hasta el hueso con sus lánguidas sombras, hijas del sol moribundo.